Era una tarde de invierno más. Pero hoy además, tenía que soportar el que las amigas de mi madre vinieran a merendar a casa. No sé por qué razón, pero cada vez que teníamos visita yo tenía que acompañarlas. Eran cuatro, cada una de ellas casada y con una edad que podría rondar los cincuenta. Alrededor de las seis de la tarde fueron apareciendo una tras otra y yo era el encargado de abrirles la puerta para que pasaran y se fueran sentando alrededor de la mesa camilla dispuesta en el salón. Mi madre ya había colocado el mantel y preparado las típicas pastas con café. Como siempre, me preguntaron que qué tal me iba en el instituto, que si ya tenía novia (con lo poco que me gustaba que me hiciesen ese tipo de comentarios); ya sabéis el tipo de preguntas que se suelen hacer por educación. Como os digo, todos nos dispusimos alrededor de la mesa a merendar mientras nos tapábamos con las faldas de la mesa camilla para calentarnos con el brasero. Yo ya estaba aburrido de los mismos chismorreos que hacían y que se repetían tarde tras tarde cuando de repente sentí como una pierna se acercaba a la mía. La primera impresión fue que dos piernas se habían rozado por casualidad pero esa idea desapareció cuando una mano empezó a rozarme el pantalón. Salté de la silla aunque me volví a sentar de nuevo, las amigas de mi madre siguieron hablando como si nada, miré disimuladamente a mi lado derecho y vi a Luisa, era su mano la que me estaba acariciando por encima del pantalón. Aquello me puso muy nervioso, me excitó al instante. Pero aquella mano le daba igual que no estuviéramos solos, ella seguía con sus caricias a lo largo de mi pierna hasta que se aproximó a mi bragueta, notó mi polla totalmente dura, me la acaricio sintiendo el calor a través de los pantalones. Luisa era una mujer en la que no había reparado antes, pero de repente pude apreciar todo el erotismo que poseía. Era una mujer de aproximadamente metro sesenta, unas tetas enormes y unas bonitas piernas. Pero hasta entonces parecía simplemente una amiga de mi madre. Su mano seguía masajeando mi polla mientras todos seguían conversando hasta que de repente me bajó la bragueta y metió su mano a través de ella, me agarró mi miembro más duro que nunca. Como pudo, me la sacó de un golpe. Yo estaba que no articulaba palabra y se debió notar porque de repente mi madre me dijo que si me encontraba bien, que estaba muy colorado y asustado. Sonreí y contesté que sí. Luisa espetó que seria que estaba enamorado y todos se rieron. Mientras, la muy guarra seguía pajeandome, y que manera de hacerlo, me moría de gusto. Estaba tan excitado que todo me daba igual así que me lancé y bruscamente puse mi mano derecha en su muslo, precipitadamente levanté su falda para sentir su piel, era muy suave, caliente también, pero quería más, quería llegar hasta su coño, meter un dedo dentro. Ella seguía pajeandome y yo corriéndome de gusto hasta que encontré la tela de sus bragas, las acaricie notando a través de ellas los pelos de su coño, eso me excitó mucho más, mis dedos se hicieron paso por un lado de sus bragas hasta notar su raja mojada. No podía más y así fue que me corrí debajo de la mesa, en su mano, en mi pantalón, disparando mi semen a las amigas de mi madre, que ni se enteraron, con la mano en la almeja de Luisa y sabiendo que aquello solo ara el principio de nuestros futuros encuentros sexuales.